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  • Writer's pictureAcademia Kairós

La política Según Hannah Arendt

Updated: Oct 15, 2020

Hannah Arendt, filósofa alemana, nace en Hannover, Alemania, en 1906.

Abandona Alemania en 1933, y se establece en Nueva York, EE. UU. de América en 1941, tras la ocupación alemana de Francia. Es profesora en las universidades de Berkeley, Princeton, Columbia y Chicago. En sus últimos años enseña en la New School for Social Research. Muere en Nueva York el 4 de diciembre de 1975.


Discípula de Jaspers, Husserl y de Heidegger. Su tesis doctoral, que escribe bajo la tutoría de Jaspers, es publicada en 1929 bajo el título El concepto de amor en san Agustín.

Los autores con los cuales puede asociarse su pensamiento, aparte de Heidegger (1889-1976) y Jaspers (1883-1969), son Martin Buber (1878-1965) y Hans-Georg Gadamer (1900-2002). Todos ellos, incluida Hannah Arendt, comparten un mismo diagnóstico del momento en que vivimos: estamos sumidos en una crisis profunda, de la cual no se tiene muy claro como afrontarla y superarla.


Es frecuente situar el origen de tal crisis en la modernidad iniciada por Descartes. Se está señalando con ello el divorcio que se plantea entre la razón y la praxis humana. El papel de la razón es relegada al ámbito de la teoría científica, quedando la praxis humana en el fuero de lo subjetivo e irracional, en especial en lo que atañe a la moral y a la política.


Hannah Arendt considera que la máxima irracionalidad se manifiesta en los totalitarismos de nuestros últimos siglos. Esto explica el recorrido de su investigación, desde Los orígenes del totalitarismo a la Vida del Espíritu, cuyo núcleo está expresado en La condición humana.


En 1951 publica Los orígenes del totalitarismo. En 1963 escribe Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal; a propósito del juicio contra Eichmann llevado a cabo en Jerusalén en 1961. Posteriormente escribe Karl Marx y la tradición del pensamiento político occidental, con que pretendía completar su obraSobre el totalitarismo.


Su obra fundamental es La condición humana publicada en 1969. Sobre el tema de esta obra dictó previamente una conferencia, pronunciada probablemente en 1957, titulada “Labor, trabajo y acción”, que son los tres conceptos que desarrolla en La condición humana. Su obra póstuma, inacabada, es La vida del espíritu, que seguía aLa condición humana, con lo que quería sentar las bases teóricas para una recuperación del espíritu humano y la racionalidad en la actividad humana. Mientras redactaba lo que sería su obra póstuma, La vida del espíritu, dictó una serie de conferencias sobra la filosofía política de Kant. Se podría decir, a grandes rasgos, que su obra gira en torno a la política.


A propósito del tema expreso de la política, se publicó La promesa de la política, en que se reúne algunos ensayos que se enmarcan entre Los orígenes del totalitarismo y La condición humana. En estos ensayos se trata de la tradición política en Occidente, que se inicia, según Hannah Arendt, en la experiencia griega de la polispara llegar a su decadencia con los totalitarismos.


Hannah Arendt estuvo siempre pendiente de la contingencia política contemporánea, por lo que ha expresado su pensamiento al respecto en diversos ensayos o conferencias. Algunas temáticas de esos trabajos son la violencia y el poder, la desobediencia civil, la crisis de la educación, etc.


La exposición de algunos conceptos suyos puede ayudarnos a entender su juicio sobre la política contemporánea. Hannah Arendt divide la actividad humana en tres estratos, que son la labor, el trabajo y la acción, entendida esta última como la acción política. La acción, entendida como acción política, es la actividad suprema que tiene por finalidad orientar las restantes actividades al logro del fin supremo del ser human, tanto en lo material como en lo espiritual.


La labor es la actividad destinada a la satisfacción de las necesidades impuestas al hombre por el ciclo biológico desde su nacimiento hasta su muerte; es la actividad productora de bienes de consumo. El trabajo, en cambio, es la actividad destinada a la invención y producción de los medios artificiales necesarios para el desarrollo de la vida humana en todos sus aspectos; es la productora de bienes útiles. El trabajo se ordena en especial a la construcción del hábitat en que convive el ser humano con otros. La acción es la actividad humana cuyo ámbito específico es la organización de la vida en comunidad requerida por la pluralidad de personas que habitan en el mundo. Es, entonces, una actividad eminentemente política, a la que se ordenan las actividades anteriores, la labor y el trabajo.


La autora considera que la acción como tal ha sido absorbida desde la modernidad por las actividades que no son estrictamente políticas, por lo que se ha ido desvirtuando. Para esclarecer lo que ha pasado con la política, se remonta a los griegos, pues entiende que son ellos los quienes la concibieron y la practicaron originalmente en la vida de la polis griega. Si la política fue perdiendo su rumbo en la modernidad se debió, según Hannah Arendt, a que ya en la misma Grecia se llegó a considerar que el pensamiento y la reflexión requerían de la serenidad de espíritu, que sólo la podían lograr quienes estaban desvinculados de la labor y el trabajo, al no tener que laborar o trabajar para asegurar la satisfacción de sus necesidades para la sobrevivencia. Esto llevó a separar el pensamiento y la reflexión, esto es la teoría en términos griegos, de la política.

La concepción moderna de la política, según Hannah Arendt, se vio acentuada en la modernidad por el marxismo, que proclamó que el mundo está para ser transformado y no para ser contemplado, considerando que la conducción de los pueblos concierne a la clase laborante o trabajadora, pasando a considerar el pensamiento y la reflexión como una actividad al servicio de la producción. Hannah Arendt hace ver que la concepción marxista no es sino la reacción contra la idea platónica que la conducción de la sociedad cívica debía estar en manos de los “filósofos”. Pero por otra vía, no menos nefasta, a partir de la Ilustración se relegó el pensamiento y la reflexión al ámbito de las ciencias positivas, de modo que la moralidad de los individuos y la convivencia cívica entre los seres humanos fueron desvinculadas drásticamente de la racionalidad, quedando sometidas ellas al subjetivismo individualista. La práctica política, en este caso, quedó de algún modo bajo el alero de las ciencias positivas, como si fuera una técnica más, sin un soporte ético-político asentada en la racionalidad. En otras palabras, los gobernantes dejaron de ser conductores de la comunidad cívica porque dejaron de comprender la finalidad de la actividad política. Se empezaron a preocupar, más bien, de la economía y la producción de bienes útiles y de consumo. La ciudadanía fue inducida así a poner su meta de aspiraciones en el bienestar material. Además, con el progreso técnico y la producción en serie, los bienes útiles se convirtieron a su vez en bienes de consumo. Y dada la finalidad de la política en la modernidad, los operarios dedicados a la producción se fueron convirtiendo progresivamente en parte del engranaje de las máquinas.


El resultado de todo lo anterior fue que ni los que tenían el privilegio de pensar y reflexionar ni los políticos se preocuparon de la conducción de los ciudadanos hacia el

logro pleno de su bienestar, no sólo en lo material, sino también en lo espiritual. Las comunidades cívicas se fueron convirtiendo así en sociedades de masas en cierto modo automatizadas. Pero el resultado más crítico de la devaluación de la acción en el sentido de actividad política, según Hannah Arendt, fue el abismo abierto, entre ‘pensamiento’ y ‘acción’, el cual, según ella, no ha sido superado hasta hoy. Según Hannah Arendt vivimos en un mundo en que hasta el sentido común se ha desvirtuado, por lo que en lo que atañe a la vida cívica, ésta requiere imperiosamente de una nueva reflexión de la política y de la convivencia humana, de modo que se vuelva a asentar en la racionalidad.


Es dable entender que en sus obras, la autora intenta dar los delineamientos de una tal filosofía, pero volviendo a darle a la política su sentido original, esto es, comprendiendo que la acción, como ella la denomina, ha de entenderse como la forma suprema de vida del ser humano, que tiene por objeto conducir la ser humano, como persona y como ciudadano a su fin último, que trasciende la cotidianidad.

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